"Ya tenia vejigas en las manos de tanto escarbar", dice doña Natalia refiriéndose a la angustiosa labor de abrir huecos en una extensión de tierra denominada Los Pinos, en Tibú, Norte de Santander, en donde los paramilitares del Bloque Catatumbo bajo el mando de Salvatore Mancuso acostumbraban llevar a sus víctimas para enterrarlas. En esa gigantesca fosa común ella duró meses escarbando, buscando el cuerpo de su esposo William desaparecido a manos de los paramilitares ocho años atrás.