Tres desgraciados se reúnen para pasar otra noche de tragos. Una noche eterna, un bucle neblinoso en la aciaga existencia de estos tres infelices, que, de manera estulta, creen encontrar algo de sosiego en la ingesta, nunca suficiente, de alcohol etílico en todas sus presentaciones. Uno de ellos, el protagonista de este viaje al final de la noche de cualquier barrio del sur de Bogotá, desahoga lo que han sido sus frustraciones y toma de pésimas decisiones por medio de disquisiciones y meditaciones cocidas en el crisol del punto máximo de la embriaguez, sumadas a una descarada y casi increíble demostración de superioridad moral, en la que acaba con la sociedad que lo rodea. En esta primera, y quien sabe si última novela, el autor nos hace un retrato de la gente del común, habitantes del sur de Bogotá, pero que, bien sabemos, se puede reproducir en cualquier zona deprimida de cualquier metrópoli.
El humor, ácido y corrosivo, como los tragos que se toman sus tres protagonistas, es la clave para disfrutar de esta historia, mención meritoria en la Maestría de Creación Literaria de la Universidad Central en 2018.
