¿Y los obreros se dejan matar sin protestar?
-Nada pueden hacer aunque protesten, dijo Pep
Tenemos la Ley de la Matanza de Obreros.
-Por supuesto me indigno la respuesta. Pero no solo Fael, el dueño de la casa, sino también Pep y Chack, encaraban el problema como lo más natural del mundo. Efectivamente, Chack sonrió y me habló en forma burlona.
-Después de todo, el Estado le ahorra al obrero la molestia de morir de hambre o de suicidarse. Se les hace oler un poco de gas venenoso, y de esta manera no sufren mucho.
Rionosuke Akutagawa, Kappa, en Eduardo Stilman (Compilador), El humor negro. Antología de textos, Editorial Lozada, Buenos Aires, 2010, p. 229 (Énfasis nuestro).