¿Han quedado los museos como mero reclamo turístico de las ciudades que los albergan o pueden ofrecer algo más a sus visitantes? ¿No son acaso lugares idóneos para pensar acerca del devenir del ser humano? Los museos han sido siempre custodios del pasado y han mostrado la mayoría de las corrientes artísticas contemporáneas o artistas más excelsos en cada tiempo. Son, por ello, lugares extraordinarios en los que detenerse a reflexionar acerca de la naturaleza humana y cómo esta se hace explícita en las obras de arte y también en los objetos cotidianos. La balsa de la medusa, la casa en la que se escondió Anne Frank, las pinturas rupestres del Neolítico, el busto de la enigmática Nefertiti, los pintores represaliados por el régimen nazi, los imponentes fósiles de los dinosaurios, las esculturas huecas de Jorge Oteiza... Todos estos tesoros de la humanidad y otros transitan por las páginas de "Palacios, hangares y cuevas". Roberto Valencia reflexiona en estos textos, desde una mirada que rehúye el academicismo y global, acerca de las colecciones, más que de obras concretas, sobre el modo en que contemplamos las obras de arte y las piezas que nos ofrecen los museos, cómo debemos interrogar a la materia de la obra de arte o del objeto histórico para apresar las ideas y los discursos que subyacen bajo aquellos.Palacios, hangares y cuevas constituye, a partir de sus reflexiones sobre los doce museos europeos analizados, una aguda síntesis de la esencia del ser humano. Para ello, el autor se vale, entre otras, de referencias a la paleontología, el arte, la política, la historia, la filosofía, la biología, la física y la arqueología, pues estas variadas disciplinas no constituyen dimensiones separadas de la condición humana, sino segmentos interrelacionados y complementarios cuyos discursos deben abordarse de manera conjunta.