En el mundo antiguo, la magia estaba por todas partes. Abundaba lo sobrenatural, las flores se convertían en frutas y las orugas en mariposas. La magia llenaba una nube de vapor de agua con energía suficiente para destruir una casa con un trueno bien dirigido. Era magia de cada día, pero seguía siendo mágica.
El autor adentra a los lectores en ese mundo. Nos muestra cómo hacer una poción de amor o lanzar una maldición, cómo hablar con los muertos y cómo identificar y protegerse de los espíritus malignos. Nos lleva a un mundo en el que los dioses, como los humanos, eran criaturas del espacio y el tiempo; en el que las personas no solo podían hablar con los espíritus y las deidades, sino que incluso podían convertirse ellas mismas en divinas; y en el que los seres divinos podían caer, o ascender, a la divinidad plena.