Diez años y algunos meses des-pués, cuando se ejecutaba el plan maestro de estadísticas para llevar a cabo el censo de pobla-ción ordenado por el Gobierno Na-cional, alguien que digitalizaba los reportes estadísticos de las muertes en Buenavista abrió el expediente, separando con alguna dificultad los folios hermanados a través del gan-cho amarillo que penetraba su costado. Puso más saliva en dos de sus dedos derechos para recorrer las hojas. Se detuvo a leer los recortes de los artícu-los que el Diario de las Llanuras había publicado sobre la muerte. Observó las fotos imperfectas tomadas a distancia del carro blanco que apenas dejaba ver la puerta delantera semiabierta, estacionado en lo que parecía ser un camino sin pavimentar y custodiado por algunos árboles de escaso follaje.