Al ver por primera vez los cuadernos de bocetos de Guillermo Wiedemann, y pasar una a una sus hojas, nos dimos cuenta de que estábamos repentinamente ante un mundo íntimo, insospechado y fascinante. Reposaba en nuestras manos la evidencia material de innumerables experiencias personales; el testimonio de una realidad desconocida de la cual participábamos a través de la mirada del artista. Nos encontramos ante un compendio de imágenes casi inabordable, por ser éstas un fiel registro de sus extensos viajes. Pero adicionalmente, y como si lo anterior fuera poco, teníamos a nuestra disposición parte de su correspondencia: 14 cartas enviadas a su esposa Christina durante la década de los cincuenta. Ahora no solamente veíamos en sus dibujos, los paisajes, la arquitectura, la vegetación y a los habitantes de algunas zonas del país, sino que escuchábamos su voz, sus descripciones, sus vivencias y encuentros a través de sus palabras. Pero también percibimos sus inquietudes más genuinas, sus dudas humanas y su profundo compromiso con su trabajo. Dentro de este panorama se abrieron, a través de una mirada sensible e inquieta, pero a la vez silenciosa y respetuosa, espacios de conocimiento y comunicación. Es así como este trabajo desea referirse a Guillermo Wiedemann como artista pero también y sobre todo, como ser humano