Vida de Eduardo II de Inglaterra tras ser coronado, llama a Londres a su amigo Gaveston. Tras el encuentro, ambos se entregarán a una vida llena de fiestas, en las que dilapidan el dinero de Inglaterra, a la vez que descuidan su gobierno. Esto desata la ira de los nobles, encabezados por Mortimer, que no soportan ver como un plebeyo ha conseguido controlar el reino. De idéntica opinión es el obispo de Coventry, que amenaza a Gaveston con enfrentarle al Parlamento si no abandona el país inmediatamente. Al enterarse de esto, Eduardo II ordena encerrar al obispo y privarle de sus posesiones. Sin embargo, esto hace que los nobles se enfurezcan aún más, por lo que el rey Eduardo se ve obligado a expulsar a Gaveston. Sin embargo, la reina convence a Mortimer para que permita la vuelta de Gaveston, informándole de la gran cantidad de oro que éste tiene y que sería extremadamente útil para armar la guardia y preparar un buen ejército, amén de que, si volviera, sería más fácil asesinarlo. Gaveston finalmente regresa, pero es detenido y asesinado por los nobles a instancias de Mortimer. Después se preparan para atacar al propio rey Eduardo, que al descubrir el embrollo huye junto a sus más fieles caballeros. Cuando los nobles le detienen, le obligan a abdicar a favor de su hijo, Eduardo III, aún niño. La reina y Mortimer, convertido en amante de la reina y tutor del niño rey, encierran a Eduardo II y ordenan su tortura y cruel asesinato. Cuando Eduardo III descubre lo ocurrido en su infancia y la culpabilidad de Mortimer y de su propia madre, les acusa; y ordena la decapitación de Mortimer y el encierro de por vida en una torre de su madre, vengando así la muerte de su querido padre. Un hombre es un hombre se desarrolla en Kilkoa, India, en 1925. Galy Gay es un humilde changador, de origen irlandés, que sale un día a comprar pescado, y en el camino se encuentra con tres soldados ingleses del ejército imperialista que deben encontrar a toda costa un reemplazante para su cuarto compañero, Jip. Es así como comienza el proceso de transformación de Galy Gay en Jip, conversión a la que se somete a cambio de una recompensa, pero que lo llevará a renunciar totalmente a su identidad y a su vida anterior. Como señala uno de los personajes, con esta obra Brecht demuestra que con un hombre se puede hacer lo que se quiera. Y como afirma Frederic Ewen en Bertolt Brecht. Su vida, su obra, su época, en Un hombre es un hombre el dramaturgo alemán ha vislumbrado la alienación del hombre hecho máquina y el conformismo social. El Elefantito enuncia algunas de las actividades favoritas que Brecht recomendaba para el buen público de teatro: fumar, beber y apostar, durante la representación. Podríamos agregar, cantar. Brecht se ríe en esta obra de sus propias obsesiones, teorías, del teatro en general y de la precaria, amoral y desesperada vida de los artistas.