Un poco exploración adolescente, mirada a las distancias entre clases sociales, añoranza de un pasado sencillo, reflexión sobre la vejez y testimonio de la vida cotidiana en una ciudad donde lo narco era parte del paisaje, Un bosque dormido crea, con cada cuento un mundo pequeño pero áspero. Allí, varios personajes masculinos crecen, se enfrentan y se chocan dudan, fracasan, vagan por las calles, se enfiestan y se pierden; siempre desde la perspectiva un poco alejada de espectador, del que se queda al margen.
Es interesante destacar la mirada que propone el autor Luciano Peláez ya que sus cuentos construyen la vida de un barrio de clase media en plena década de los noventa en Medellín, entendiendo este momento desde la experiencia de un testigo particular, un niño o un joven que vive su vida, sus días, en medio de esa vorágine de violencia, sin que necesariamente esta lo atraviese radicalmente todo el tiempo. En cambio, su perspectiva habla también del aburrimiento, de la vida de los muchachos que pasan el tiempo en la cancha del barrio, de la envidia el vecino rico y tal vez narco, de los lugares donde el tiempo se detiene y los viejos toman trago y escuchan música de ortas épocas. Estos cuentos hablan de crecer, de la soledad y de una calle cercana y sencilla que puede irse construyendo con la lectura, como un rompecabezas siempre inacabado.