ZAPATA OLIVELLA, MANUEL / FRIEDEMANN, NANCY
Corrían a lo largo de la canoa. Desnudos. Brillante el sol sobre sus espaldas mojadas. En la proa, se tapaban las narices y de un brinco de rana, se zambullían en el río. A esa hora elmaestro esperaría impaciente en la puerta de la escuela. Las bancas vacías y el tablero conlos números de la clase anterior. Eso sucedía siempre en verano cuando la corriente del río,adelgazada, dejaba de arrastrar ranchos, árboles y cadáveres de animales. Por eso nocreyeron al pequeño cuando salió del agua, ansioso, los ojos enrojecidos.-¡Ahí baja un ahogado!Luego, más allá, en el embarcadero, los bogas pincharon el cadáver con sus palancas.Bocabajo, contaron cuatro orificios de bala en su espalda.-Igual al que pesqué con mi atarraya la semana pasada.
Jesús! Mal lo están pasando los pueblos de arriba con la peste de la policía militar.Los niños se alegraron. Con aquel muerto habría suficiente rebujina para no ir a la escuela,en todo el día. Pero amedrentados no volvieron a arrojarse al agua.