En la tercera novela de Estela Chocarro, Rebeca Turumbay y Víctor Yoldi se ven envueltos en unos misteriosos asesinatos.
Ha pasado más de un año del desenlace de Nadie ha muerto en la catedral. Rebeca Turumbay no ha vuelto a ponerse en contacto con sus amigos de Cárcar y se ha refugiado en Florencia, donde estudia restauración de arte renacentista. Por su parte, Víctor Yoldi se ha trasladado a Pamplona para trabajar en el Diario de Navarra. Cuando se le presenta la oportunidad de escribir un artículo sobre la cárcel recién inaugurada, aprovecha para visitar a Jonás Sádaba, que sigue en prisión desde la muerte de su madre, y para llevarle recuerdos de todo Cárcar. Jonás está preocupado, ya que Massimo, su compañero de celda, un hombre muy respetado en la prisión que había pasado casi veinte años encarcelado por el asesinato del hijo de su antiguo jefe, se suicidó hace poco. Pero Jonás tiene motivos para sospechar que en realidad lo mataron. Víctor inicia sus propias pesquisas para ver qué hay detrás de estos hechos y se verá implicado, junto a Rebeca, en el asesinato del jefe de esta, Hugo Castells. Víctor y Rebeca tendrán que emprender una peligrosa investigación que puede costarles la vida.