Quien entra al El Califa no vuelve a salir. Por eso es difícil entender las filas formadas en la reja, las hordas buscando ingresar, los pillos que, a modo de coyotes, prometen introducir a los incautos a la cantina prometida.
Adentro se encuentra Lucrecio, un poeta sabio y a la vez charlatán, sentado en una butaquita, observado por las is- raelitas dueñas del lugar que esperan a que el filósofo salga de sus meditaciones para cobrar las cuentas pendientes. Alrededor de este hombre se encuentran otros personajes, gente popular y con empleos corrientes: latoneros, pros- titutas, relojeros, panaderos; personas que interactúan y forman en El Califa una réplica salvaje del mundo exterior.
Las dinámicas de este submundo crean una sociedad re- pleta de telarañas tejidas por la Araña, por su capitalismo feroz, el engaño, las adicciones, la soledad, la religión, el egoísmo y la envidia.
En esta novela cargada de humor sarcástico y crudo, se narra la sociedad actual como una pantalla verde de cine en donde todo es una interpretación, una puesta escena, donde todo es un producto del gran supermercado, y el deseo humano; la concepción de su felicidad y libertad, dependen de la posibilidad de comprar en él.