Este libro se inscribe en el uso de las imágenes como fuente histórica a partir del convencimiento intelectual de que los documentos icónicos pueden resultar igual de ricos y reveladores que los escritos y que la información que aportan es distinta de la aportada por otro tipo de documentos. El hilo conductor son las decenas de vistas urbanas y paisajes generados por la pintura virreinal desde mediados del siglo XVII hasta el colapso imperial de principios del XIX. Imágenes entendidas no como obras de arte, al margen de la indidcutible calidad estética de muchas de ellas, sino como documentos históricos en el más pleno sentido del término.