Para Octavio Paz, la poesía de Orlando González Esteva es una prueba de que el idioma aún sabe cantar y bailar. Impregnadas por un aura de preguntas y creaciones únicas, las composiciones de este poeta evaden la rigidez y juegan en las delicias del extravío. Su voz es única en la literatura latinoamericana: no se deja domar por la estructura, ni por la palabra, sino que se recrea en ellas y las convierte en servidoras. Los escritos que componen esta antología palpitan con la sangre del pueblo cubano. Sus olores, sabores y paisajes se transforman en analogías del orbe.