Cada uno de los 69 textos que reúne Prosa pequeña son la constata
ción de un asombro. Lejos de la pretensión de acomodarse a un
género (de ahí que el autor las llame simplemente prosas), en estas
narraciones se consignan (con distintas voces y registros) esos
momentos nimios de los que está hecha la vida, esas escenas
cotidianas que vemos o que representamos todos los días y que
acaban por resultar diáfanas gracias al generoso lente de aumento
de la poesia con el que el autor las capta. Acaso, puede concluir un
lector, no son las brillantes epifanías ni los hechos brutales de la
historia los que nos transforman, sino los pequeños gestos, esos
éxtasis tan leves que parece llevarse el viento pero asimismo
vuelven para alimentar la escritura.