La poesía de Luis García Montero ha protagonizado el esfuerzo de una lectura progresista de la posmodernidad. Si las escuelas poéticas contemporáneas habían tenido a perpetuar las voces negativas de la modernidad, manteniendo una lectura romántica de la Ilustración, los libros de García Montero han defendido una lectura ilustrada del Romanticismo. El pensamiento crítico y la reivincicación de la individualidad no pretenden en su obra deshacer los vínculos sociales, sino afirmar el carácter histórico de la intimidad. Frente a los imperativos de las señas de identidad y a los modelos abstractos de la homologación ciudadana, esta poesía reivindica la conciencia individual como único modo de defender una soledad que no quiere ni puede desvincularse de sus responsabilidades históricas.