¿Qué significa ser padre? Mientras algunos tratan de responder esta pregunta en primera persona, otros la entienden como un misterio ajeno que no les corresponde resolver. Los seis autores de este libro rodean la incógnita y encuentran rastros de respuesta en sí mismos, o en sus padres.
Más que un intento de racionalizar aquello que a veces se resume en un abrazo fuerte sobre un cuerpo frágil, los textos de este libro encuentran en las circunstancias más disímiles algunas claves de esa relación arquetípica que define a diario tantas vidas como páginas de la literatura. El poder desigual de la figura paterna está tan presente en la mitología olímpica como en las patriarcales familias colombianas. La vulnerabilidad del hijo roto, tan fértil en Kafka como en Carver, las intrigas parricidas de Shakespeare y las teorías freudianas siguen replicando sus ecos en otros autores y dando cuenta de afectos y desencuentros aún vigentes en muchas familias. Sin embargo, nuevas formas de composición familiar, nuevos canales de expresión del afecto y ciertos aprendizajes acumulados a lo largo de generaciones han comenzado a dar lugar en casos todavía excepcionales pero crecientes a una comprensión distinta de lo que es ser padre. Quizá con el tiempo, una inversión en el balance entre la protección y la fuerza acabe acercándonos más a los hipocampos que a los leones.
Este libro bebe por igual de las fuentes de la reflexión y la experiencia. Los autores que firman estos seis textos se sumergen en las páginas y en la historia con la intención de comprender la vida de sus padres a lo largo de ese sinuoso camino de espejos que es la vida propia.
En cada capítulo, la pregunta por la experiencia como padres o como hijos traza una geografía tan amplia en paisajes como en acentos. Nebraska y el Chocó, Nueva York y Valledupar, Manizales y Cambridge. No se trata de simples telones de fondo: los climas, los ritmos y las costumbres acaban moldeando las formas del afecto y el lenguaje a través del cual se establecen los vínculos que pasan de una generación a la siguiente. Quizá precisamente por ello, por ese esfuerzo de resolver la comunicación truncada, un tono epistolar recorre estos textos difíciles de catalogar en algún género. Un poco de reclamo y otro tanto de homenaje se suman como oportunidad de reconciliación. Cada autor ata los cabos de otra vida y esa narración parece estar dirigida a su protagonista, como si devolverle al padre un fragmento de su historia acabara completando en un círculo el acto creador: versiones de sus padres, los hijos terminan rehaciéndolos lejos de su imagen y semejanza.