Este libro es el estimulante ejemplo de dos fenómenos. El primero es social; consiste en el amor que sentimos, y que se resiste a morir, por la música andina colombiana. Late en las fiestas familiares alrededor de los abuelos - vivos y muertos-, en los festivales locales y nacionales, en los grupos de amigos aficionados, en los escuchas solitarios, en los programas radiales de amantes y conocedores, en el músico que interpreta y reinterpreta las piezas de siempre y crea las de ahora. El segundo es personal; es el oden de un solo hombre que, impulsado por su pasión, elige y recorre intensamente un camino, aprende por su cuenta lo que anhela, se provee del alimento que su vida le pide. La música es ese camino y ese alimento que alegró la vida de Jorge Montoya, y que nos une a nosotros, los que aún gozamos escuchando un tiple.
Carmiña Cadavid Cano