Narrar la cotidianidad de personas que han vivido experiencias ligadas a las violencias políticas e ideológicas, permite reconocer la magnitud del conflicto que vive el país y de algunas de las muchas consecuencias que genera, entre ellas la muerte y el destierro.Narrar la cotidianidad es, además, una oportunidad para no olvidar un drama que no es solo de las víctimas ni de los desterrados sino de toda la sociedad. La visibilización de esta tragedia se convierte de ese modo en un postulado ético en un tiempo donde nada parecería importar más allá de los espejismos que proponen los medios de comunicación con sus contenidos colmados de liviandad.
En No solo la noche es oscura, un periodista exiliado que trabaja en un diario impreso de una pequeña ciudad española, establece relación con otro colombiano, exiliado político de izquierdas, que ahora administra junto con su familia un locutorio por donde pasan personas de distintos países de América Latina, África y Europa Oriental.