Luciano Jaramillo fue excepcional en su mirada y en el particular tratamiento expresivo y simbólico dado a sus elecciones temáticas e iconográficas. No dejó de ser co- herente con sus vivencias personales ni con el imaginario de su tiempo histórico-por lo que coincidió en algunos temas con otros artistas de su tiempo. Su obra recogía alusiones a la pintura occidental en un amplio espectro temporal, que fluctúa entre Velázquez, Goya, Rousseau y Bacon; abordó también mitologías locales, identificadas popularmente mediante la imagen mediática y recurrente de reinas de belleza, ciclistas, futbolistas y héroes históri- cos, como Simón Bolívar. Reiteró simbologías personales como perros y palomas, prostitutas y hombres miserables, que encarnaron ambigüedad entre lo sensual y lo abyec- to o lo simpático y lo perverso, como manifestación de lo subalterno y rezagado de la sociedad. Pero también mostró la contraparte, que, en festines de exceso y finos cocteles, define con desdén las convenciones y juicios para establecer los supuestos del decoro, lo valioso y lo correc- to con una ficticia e hipócrita autoridad de doble moral. Retrató a personajes reales e imaginarios, cuya desfigura- ción y semblante cadavérico, de órbitas hundidas y bocas profundas, revelaron el revés problemático e inquietante de sus vidas.