Los cuentos de Lecciones para un niño que llega tarde son las premoniciones de una catástrofe. Porque al empezarlos, el lector deberá aceptar que, de alguna forma, ya no podrá retornar a la cotidianidad del mundo, ese territorio seguro y predecible que habitó hasta el momento mismo de abrir el libro.
El radical extrañamiento de la mirada de Carlos Yushimoto, que posee la imaginación y también la fantasía perversa de la infancia, nos invita a perdernos en un bosque siempre amenazado por la evanescencia de sus linderos y por el peligroo inminente que emerge de ese sentimiento de orfandad una vez que atravesamos la barrera de lo aparentemente real.
En compañía de niños pianostas torturadores de insectos, robots que fantasean con el suicidio, gatos que amenazan a sus dueños o periodistas que persiguen la deformidad ajena sin descubrir su propia condición de monstruos, este repertorio de espejismos y ensoñaciones nos hace dudar del lugar correcto del espejo sobre el cual encontramos nuestra verdadera imagen.