Alejandro Fielbaum S.
Nada menos cotidiano, quizás, que la poesía. De ahí lo curiosa que resulta la reciente presencia pública, con la pretensión de seguridad que anula cualquier inscripción del quizás, del nombre de Nicanor Parra. Esto es, de Nicanor Parra como poeta, idea reiterada ante el centésimo cumpleaños del cuerpo que firma la que, supuestamente, habría hecho de la poesía una lengua cotidiana. Al menos, así lo destacó, ni más ni menos -subráyese el más, huelga decirlo- que la Presidenta, al destacar una vida acontecida, al servicio de una obra que habría servido de razón suficiente de festejo para nuestra literatura y cultura. Como si la vida pudiera entonces acontecer en cuanto tal, y donar una obra cuya existencia también resulta tan indiscutible que puede celebrarse en la lengua del Estado que ve allí reunida a la nación. Contra toda la intranquilidad que podría inscribir Parra en la lengua y la literatura, el centenario de su cuerpo parece garantizar, a Bachelet, la tranquila armonía de una obra que reúne una poesía tan real como la fraternidad democrática que se celebra: Estamos en este momento hermanados en la poesía, hermanados en la obra no imaginaria, sino concreta.
Tampoco sobre esto, por supuesto, podríamos tener mucho interés en discutir con la Presidenta. Mucho menos, en pedirle que sepa lo que no podría saber: Que si existe (?) la poesía es porque no existen los poetas, que si existe (?) el poema es porque no existe la lengua concreta, que si existe el momento (???) es porque no podríamos estar hermanados. Y es justamente desde esos saberes, siempre inciertos, que, en este breve texto escrito a modo de introducción a la poesía de Vadim Kozovoi, Maurice Blanchot se pregunta ya no por la escritura de la poesía, cuestión que tanto ha contribuido a pensar en varios de sus textos más conocidos, sino por la posible dignidad que podríamos tener como lectores ante ella.
Con ello, por cierto, Blanchot no se pregunta si acaso podemos alcanzar la altura de la poesía, puesto que ya quien crea el poema se sustrae, en ese irónico acto creativo, de esa pretensión de la cima. Para explicar esta inexplicable experiencia, se vale, de manera estratégica, de algunos pasajes de Mallarmé, Rimbaud y Valéry. Con ellos, da cuenta del desasimiento de la poesía por parte de quien se rinde, en la escritura, ante la escritura: La poesía: violencia de efracción donde el lenguaje se retiene para abrirse, a través del estremecimiento o el desfallecimiento, al enigma de su impropio alejamiento.