La persona que baila se encierra en una duración que ella misma engendra, una duración hecha toda de energía inmediata; derrocha inestabilidad, traspasa lo imposible, abusa de lo improbable Adolfo Salazar traza aquí ese camino: comienza con los bailes primitivos del viejo Oriente, pasa por sus manifestaciones en Egipto, Grecia y Roma, y se detiene en el Renacimiento cuando el ballet, tras el choque de la danza popular con la señorial, se erige como una disciplina artística y se le otorga tanta importancia y cuidado a su elaboración como a la música o teatro. El autor echa una mirada a la evolución de la danza artística en los siglos xviii y xix y concluye con la mención de las mas importantes escuelas y figuras que dio este arte durante la primera mitad del sigloxx.