Pablo R. Arango es el puente colgante -pocas veces más oportuno el adjetivo- entre al academia y el billar, entre la epistemología y el botellazo. El humor y la reflexión filosófica en estas piezas no son un recurso narrativo sino la representación fiel de una realidad igual de próxima de próxima a lo ridículo que a lo trágico, a lo trascendente y a lo mundano.