De niño solía entrar en la noche de los closets. En su denso dollaje de alambre y algodón desaparecía: escuchaba, espiaba, evocabe, meditaba escudriñaba. Torre, nuez, cápsula, matriz, laboratorio del ser y la despersonalización, el clóset fue el nicho donde forjé la visión interior, la soledad, la imaginación la memoria profunda, el oído atento a la poesía.