Fernando no quería mudarse. Ni compartir su cuarto con el abuelo. Tampoco imaginó conocer a Amalita y, menos aun, a Geranio. Pero a veces los cambios traen consigo descubrimientos imprevistos. Entre aventuras, platos de sopa, búsquedas desesperadas y charlas en la mesa de la cocina, Fernando aprenderá que el apego a las cosas y a quienes amamos también puede enseñarnos a soltar, a crecer. Gustavo Rodríguez nos entrega en El tigre que vivió conmigo una historia tan conmovedora como divertida sobre vínculos, cambios y lo importante que es mirar la vida también desde los ojos de los otros.