Cuando en febrero de 1993 José Saramago se instaló en Lanzarote, conservando siempre casa en Lisboa, sus cuñados María y Javier, que ya vivían allí desde hacía unos años, junto a Luis y Juanjo, recién llegado, le regalaron un cuaderno para que sirviera de registro de esos días canarios. Le ponían sólo una condición: que de vez en cuando los mencionara. Nunca escribió nada en tal cuaderno, pero así, de esta manera, y no por otras vías, nacieron los Cuadernos de Lanzarote, que durante cinco años verían la luz. Se encontró en una situación parecida. Esta vez, sin embargo, las causas motoras son Pilar, Sérgio y Javier, que se ocupan del blog. Le dijeron que habían reservado un espacio para él en el blog y que ahí debía escribir de todo, comentarios, reflexiones, simples opiniones sobre esto o aquello, en fin, lo que sea menester y venga al caso. Mucho más disciplinado de lo que frecuentemente parece, él les respondió que sí señor, que lo haría, siempre que no le fuera exigida para este Cuaderno la asiduidad que a él mismo se impuso en los otros. Por lo tanto, y por lo que valga, cuentan con él.Nunca escribió nada en tal cuaderno, pero así, de esta manera, y no por otras vías, nacieron los Cuadernos de Lanzarote, que durante cinco años verían la luz. Se encontró en una situación parecida. Esta vez, sin embargo, las causas motoras son Pilar, Sérgio y Javier, que se ocupan del blog. Le dijeron que habían reservado un espacio para él en el blog y que ahí debía escribir de todo, comentarios, reflexiones, simples opiniones sobre esto o aquello, en fin, lo que sea menester y venga al caso. Mucho más disciplinado de lo que frecuentemente parece, él les respondió que sí señor, que lo haría, siempre que no le fuera exigida para este Cuaderno la asiduidad que a él mismo se impuso en los otros. Por lo tanto, y por lo que valga, cuentan con él.