Aparecen en las Analectas curiosidades como que Marx escribió poesía y el Marqués de Sade estuvo veintisiete años en la cárcel y críticas sociales como: «El deporte comercial doblega a la ciencia. Gana centenares de veces más una estrella del deporte que un científico de toda la vida o que un filósofo o un escritor de fondo».
A finales de los años ochenta el argumento Caballo viejo, de Garcés González, se puso de moda cuando fue adaptado para televisión por Bernardo Romero Pereiro y todavía recordamos la entrañable novela Entre la soledad y los cuchillos, merecedora del segundo premio de novela Plaza y Janés (1985).
Su filosofía y su estilo permanecen en los textos de esta nueva obra. En esta no solo habla de Mayo del 68: la revolución del delirio, sino del Amor de gato, en el que rastrea una considerable cantidad de obras literarias y pictóricas que honorifican al felino, de autores tan respetables como Baudelaire y Joan Miró, entre otros. El gato fue el héroe, dice el autor, durante la peste del S. XIV, en Europa, que mató 40 millones de personas.
Garcés González incursiona en la cultura y las costumbres de las sabanas del río Sinú con ensayos como Catorce textos de pensamiento y literatura para hablar del sombrero vueltiao zenú y Yo no conocí a los Beatles:
«En esa época hacían en Montería, Colombia, el Festival del Río Sinú. En la Avenida Primera se congregaban conjuntos y bandas, piteros y cumbiamberos, gritadores de monte y de zafra mortuoria; ¡ah!, y se elegía al Rey de los Malucos, cuyo monarca indiscutible y continuo era José Manuel Reales, oriundo de Barranquilla, alias Cara' e Guante. A los Beatles, que no tuvimos, los reemplazaban con creces los porros María Varilla y El Binde. Luego nos dimos cuenta de que el porro sinuano y sabanero se semejaba al jazz, y que sin usar la letra para contar una remachada historia de amor, lo del porro era pura música, armonía de sonidos, y que pese a ser popular estaba en las cercanías de lo clásico».
Un texto sobre la idiosincrasia costeña es El temperamento costeño y su ubicación ante lo andino.
El escritor interpreta su tiempo con la claridad que le permiten el estudio permanente, la meditación y la experiencia; su inquebrantable disciplina lo lleva a navegar por los movimientos literarios. En esta ocasión se refiere al Trascendentalismo poético norteamericano del siglo XIX en sus doce cláusulas, en las que hace un llamado de atención: «
la palabra también puede ser una trampa. La pomposa o grandilocuente se derrite en su propia grasa. La humilde, si está bien ubicada, adquiere la belleza o la solemnidad que se cree no poseía. De pronto ese hombre canta a lo humilde con palabras humildes o sencillas. Y logra la grandeza».