Segundo cuadro del tríptico iniciado con Abuelo Macedonio (2023). Aquí el interés recae sobre la vida del protagonista, undécimo primogénito de una estirpe que funge de catalizadora para encarnar cinco siglos de historia del Nuevo Reyno. Una vida, la suya, que su nieto se ocupará de reconstruir una vez logre descifrar los treinta y tres libros y las veintisiete libretas-confesión que recibe en herencia del abuelo.Son historia e historias que se relatan en forma caleidoscópica, cuyo centro es este personaje singular, por momentos perdido en la vorágine de sus recuerdos y de sus atormentadas divagaciones. Los futuros historiadores de la literatura podrán identificar en esta novela grandes líneas temáticas. Unas entre otras: la que relaciona el estado natural, original, de estos pueblos, sus habitantes nativos, con la irrupción violenta de los invasores europeos. El impacto de las guerras mundiales, la sumisión a Estados Unidos y, sobre todo, la violencia que, fomentada por el sectarismo bipartidista, con el aval de la Iglesia, se apoderó del país.Al lado de la expresión social y política demoledora aparece la fortaleza para delinear el minucioso retrato de abuelo Antonio en busca de recuperar su identidad accidentalmente perdida, a significar de una vez por todas que, desde esa época fundacional, nada ha cambiado entre nosotros. El Nuevo Reyno es el país de siempre. El autor clama, si no por un nuevo orden de las cosas, por una historia que relate lo que verdaderamente sucedió y desembocó en el estado presente.