Grito de rabia, de acuerdo con Philippe-Ollé Laprune, el Primer manifiesto nadaísta del poeta colombiano Gonzalo Arango se da a conocer en 1958 cuando se funda el movimiento nadaísta, acaso el más estrepitoso e inútil sobre la empobrecida tierra y frente a la empobrecida mente humana, como lo refiere Jotamario Arbeláez en el prólogo. Arango define así el nadaísmo: En un concepto muy limitado, es una revolución en la forma y en el contenido del orden espiritual imperante en Colombia. Para la juventud es un estado esquizofrénico-consciente contra los estados pasivos del espíritu y la cultura. En el exordio Philippe-Ollé se pregunta: ¿Cómo, en el seno de un universo sórdido y cerrado como aquél de la Colombia de los años cincuenta, puede un hombre levantarse y gritar de rabia? Y añade: Este hombre sólo se representa a sí, saturado de amargura y desarmado frente a un sinnúmero de soluciones imposibles. Su grito sólo expresa su malestar y no es más que la voz de su postura y de su decepción frente a la vida que se le propone.
El manifiesto nadaísta era, en palabra del poeta Jotamario Arbeláez: terrorismo netamente verbal confeccionado con base en lo mejor del Dadá de Tristan Tzara y Jean Arp y lo peor del existencialismo de Jean Paul Sartre y Albert Camus, lo más anticuado del futurismo de Filippo Tommaso Marinetti y Ardengo Soffici, lo más automático del surrealismo de André Breton y René Crevel y Dalí y lo más hipodérmico de la Beat Generation de Kerouac y Ginsberg y Burroughs, y se malnutría de lo único que habíamos recibido de nuestra patria, que era literatura vernácula y violencia como arroz. Si bien Arango no buscó forzosamente convencer o argumentar, como apunta Ollé Laprune, es necesario reconocer que su posición era compartida por numerosos jóvenes, y esto comprueba que el inconsciente colectivo del momento provocaba y preparaba el advenimiento del Nadaísmo. Este libro contiene, además, otros textos de Gonzalo Arango que reflejan el pensamiento de poetas partícipes asimismo del movimiento