A falta de cambio, el cajero de un supermercado chino le ofrece al protagonista de esta novela que elija entre un montón de naderías. Resignado, el hombre manotea al azar unas pilas chinas, un ojo de goma con luz, una tabla de proteínas, una hebilla dorada, una cucharita lupa, un anillo de plástico y una cámara fotográfica del tamaño de un dado. Ignora que al salir lo espera una aventura, y que a esos objetos que cree inútiles podrá darles una función insólita en cada capítulo de sus andanzas.
Las novelas de César Aira convocan a un lector dispuesto a jugar con él el juego de la improvisación. Con la irreverencia de un niño y la inocencia de un artista genial, Aira consigue lo imposible: crear la sensación de que lo que cuenta va naciendo, frase a frase, en el puro presente del lector.
Heredero de las vanguardias del siglo XX, César Aira encontró en sus procedimientos un atajo hacia la fuente primordial de la narración y, con más de sesenta novelas publicadas, ha creado una obra entregada al riesgo y tocada por la gracia de una rara libertad.
Sentado sobre un mármol, un día el narrador de esta novela observó su cuerpo desnudo y sintió una "íntima satisfacción". Pero ¿en qué circunstancia lo hizo? ¿Lo habrá soñado? ¿Lo estará inventando? El mármol es un largo rodeo por las tierras de la memoria y la fantasía en busca de una explicación. En el camino aparecerán una extraña amistad, supermercados chinos, mundos extraterrestres iguales al nuestro y un sapo de piedra (que late) en el que acaso se cifren los destinos de la humanidad o al menos de un par de paladines de ocasión.
El yo que narra es la aventura secreta dentro de esta aventura, y como en un juego de develamientos, César Aira va dibujando el perfil de un hombre melancólico, culposo, xenófobo, mantenido por su mujer, al que la realidad -insospechada como en todas sus novelas- le tiene reservada una nueva alianza con la vida.