La vida de la gente, en Jubilee como en todas partes, era aburrida,
simple, asombrosa e insondable... cuevas profundas cubiertas de linóleo
de cocina. Bastan estas pocas palabras para reconocer el talento de una
espléndida narradora y colarse en la vida de Del Jordan, una chiquilla
que vive con sus padres en el pueblo de Jubilee. Del empieza contando su
día a día, su relación con la familia, los vecinos y los amigos, y
pronto descubrimos que esa niña sabe observar el mundo y sacar buen
provecho de lo que ve: compadece la poquedad del padre, admira el arrojo
de la madre, que deja la granja para dedicarse a vender enciclopedias
por los alrededores, y comprende que tarde o temprano llega el momento
en que hay que elegir entre una risueña mediocridad #hogar, iglesia,
matrimonio, hijos- y otras opciones más interesantes y arriesgadas. Ese
descubrimiento es también el de la vocación literaria, una suerte de
llamada, de deber para con el mundo. Esta deliciosa novela, que la
autora escribió cuando tenía cuarenta años, es -autobiográfica en la
forma, que no en los contenidos-, como comenta irónicamente la misma
Alice Munro. Traducida por primera vez al castellano, La vida de las
mujeres muestra ya toda la maestría y el modo peculiar de ver la
realidad que ha distinguido la obra posterior de esta gran figura de las
letras contemporáneas.