La pianista Anna Song, por enfermedad, no pudo convertirse en la gran concertista que estaba destinada a ser y acabó encauzando toda su pasión por la música en
registrar, con la ayuda y conocimientos como productor de su marido, Paul Desroches, una vasta y perfecta obra. Este es el punto de partida de esta novela en la que hay
impostura, falsificación y oprobio, pero también una defensa de la pasión amorosa y del derecho a que por amor se invente y se legitime la vida ideal que
hubiéramos deseado para la persona amada.