Instalada firmemente en su tiempo, esta novela es en sí misma una demostración de las virtudes del oficio, del cuidadoso ejercicio literario de un autor que se impone como los vinos de crianza, dando cuenta de una cuidadosa decantación, pero sobre todo, del potencial de una cepa literaria que nos sorprende en su primera novela.
Un fino sentido del humor y una trama de factura impecable hacen de Disturbio una narración sorprendente por lo inesperada. Sin duda, la novela ganadora del Premio Nacional de Novela 2008 del Ministerio de Cultura es el texto refrescante que todos estábamos esperando.
A la farsa, la impostura y el sonambulismo de quienes escudan ignorancia y frustración tras el léxico abigarrado, o simplemente a la obstinación de un activismo político fermentado en el resentimiento y no en los ideales, se impone un quijote sin pretensiones, un héroe de aparente insignificancia como Manuel Martínez, el estudiante X, el muchacho de la sudadera gris, con quien el lector comprenderá cuán cerca está la literatura de la vida, de la experiencia y cómo, a fin de cuentas, nuestras costumbres están saturadas de azar.
