Un retrato implacable, con buenas dosis de humor e ironía, de ese universo único que es el de las oficinas, por el que suele pasarse de largo en la literatura, como si en él no ocurriera la vida.
Se avecina una junta directiva crucial y Amalia, la secretaria de gerencia, está más nerviosa que nunca. Su jefe, don Bernardo, le ha dejado claro que su única misión en esos días es que nadie lo moleste, y ella obedece al pie de la letra: su rutina se estrecha del todo y, como su vida, pasa a oscilar entre el aburrimiento y una tensión vacía. Pero el contratiempo más nimio, un enchufe averiado, da pie a que la sacuda una feliz convulsión.