Carlos Alcorta mira hacia dentro de sí mismo realizando un permanente examen de conciencia que no deja de ser conciliador, benévolo y comprensivo con los defectos propios y ajenos, en un diálogo permanente con quien uno es a la vez que se acentúa la preocupación por el futuro y por los demás: bienestar emocional propio frente a conflictos colectivos provocados por una sociedad sin alma.